Carlos Sánchez (Xolo): Los nómadas digitales post pandemia ya no quieren irse de casa
Por Carlos Sánchez, country manager de Xolo en España
Durante la última década, la posibilidad de acceder de forma más fácil a internet en todo el mundo, junto con el auge de los dispositivos inteligentes, ha dado lugar a un nuevo tipo de trabajador. Los pioneros de esta primera ola de emprendedores itinerantes fueron mochileros con 20 años. Por lo general, se van a algún rincón lejano de la tierra. Una vez allí, se ganan la vida a duras penas durante unos meses programando desde un espacio de coworking en Bali o escribiendo sobre sus aventuras en blogs y viviendo de los ingresos por publicidad. Estos llamados nómadas digitales tenían la intención de vivir la vida al máximo, trabajando de forma independiente, mientras el resto del mundo estaba atrapado en la oficina.
La pandemia, sin embargo, ha dado la vuelta a esta imagen. Los escritores de viajes lo han pasado especialmente mal debido a la fuerte caída en ese sector. El nómada digital trotamundos al estilo antiguo ha dejado de existir, al menos por el momento. De todas formas, solo representaban el 1-2% de la fuerza laboral freelance, como máximo. La mayoría de los nómadas digitales viven ahora un estilo de vida mucho más estable. En comparación, sólo unos pocos pasan menos de seis meses en un país.
Es mucho más probable que el nómada digital de antaño sea ahora un freelance o un contratista independiente con un hogar permanente. Es posible que muchos de ellos sigan viviendo en un país que no sea su país de origen y que, simplemente, se hayan convertido en expatriados.
Pero la nueva generación de nómadas digitales también está más inclinada a trabajar desde su propia casa. Lo más cerca que están de la itinerancia digital es utilizar una red Wi-Fi pública mientras viajan en su propio país, en lugar de hacerlo durante las escalas del aeropuerto de camino al siguiente destino. En 2020, la cantidad de nómadas digitales en los EE. UU. aumentó en un 50% interanual hasta casi los 11 millones. Mientras tanto, Europa tiene 60 millones de empresas unipersonales, de las cuales el 25-30% son trabajadores del conocimiento.
Es fácil señalar a la pandemia como la razón del salto en el trabajo freelance pero, realmente, estos números han tenido una trayectoria ascendente constante durante años. En la actualidad, según el país, las microempresas o los trabajadores freelance constituyen entre el 5% y el 30% de la población activa. Por nuestros propios datos sabemos que hasta el 40% de estos son expatriados que residen permanentemente fuera de su país. La mayoría también son nativos digitales y por ello se sienten mucho más cómodos utilizando aplicaciones y plataformas online que les permitan reducir el tiempo dedicado a la administración de sus actividades profesionales.
Los gobiernos no tardarán en reconocer esto y competir entre sí
Los freelance mueven alrededor de 4,7 billones de dólares al año en todo el mundo y si se pudieran aglutinar, la mayoría de las economías avanzadas darían cualquier cosa por tenerlos en su territorio: la ganancia fiscal sería inesperada y desmesurada. Por lo tanto, parece sorprendente que los gobiernos aún no se hayan dado cuenta de las ventajas de ofrecer a los freelance más incentivos para mudarse a sus países y luego quedarse. La realidad es que piensan que los incentivos fiscales solo deben ser para la industria y las grandes corporaciones cuando realmente los freelance aportan un valor real, importante y tangible a la economía local, a través de sus impuestos, pero también con el enriquecimiento del tejido económico local al que contribuyen. En consecuencia, a menudo se les grava con cargas injustas y las regulaciones fiscales y administrativas tienden a ser demasiado complicadas y difíciles de manejar.
Algunos de los destinos más atractivos del mundo ya ofrecen visados específicos para trabajadores freelance, lo que les permite quedarse por períodos prolongados y trabajar de forma remota sin necesitar un visado de trabajo. Creemos que es solo cuestión de tiempo antes de que esto se popularice más ampliamente y los países empiecen a competir entre sí para atraer este talento.
Aunque también vemos países que hacen un esfuerzo para simplificar las leyes y regulaciones, así como trasladar el registro y la administración de autónomos y empresas a plataformas totalmente digitales e introducir impuestos proporcionados para los autónomos, la idea del nómada digital deambulando por el mundo con su portátil y trabajando desde lugares exóticos y remotos se ha convertido en una especie de cliché superado. La mayoría de los freelance son profesionales que comprenden la importancia de mantener su actividad profesional separada del ocio y que trabajan mejor sentados en un escritorio. Por el momento, son una parte sustancial de la economía mundial que aún no ha encontrado la manera de hablar con una sola voz. Si alguna vez lo hacen, las economías nacionales no tendrán más remedio que sentarse y tomar nota. Los marcos regulatorios finalmente se actualizarán para adaptarse al negocio digital del siglo XXI. En ese momento, el mundo del trabajo realmente cambiará, no solo para los freelance sino para todos.